SOLIDARIDAD EN TIEMPOS DE COVID19

Este escrito no pretende exponer aspectos íntimos relacionados con la solidaridad, al interior, de las familias colombianas. Por el contrario, no hay duda de cómo a nivel  interno, y durante estos tiempos, las familias se prestan ayuda mutua en la medida de sus posibilidades.

En tal sentido, ¿Todos han fallado?; ya que, desde los altos dirigentes el patrón de conducta, por lo general, es contrario a la realidad y a la predica de ética y de moral del buen ciudadano. Ejemplo de lo anterior se evidenció en días pasados cuando, contrario a su discurso, la alcaldesa de la capital fue captada incumpliendo las normas impuestas por ella misma. Sin embargo, a su pareja le fue impuesto un comparendo, ella pagó y todo solucionado. No obstante, ¿Por qué exigir ciertos patrones de conducta?, cuando el ejemplo es contrario a la práctica, o si todos tienen dinero, todos pueden pagar la multa; por lo tanto, ¿Todos pueden evadir e infringir las normas?. Entonces, ¿Será este aspecto parte esencial del problema de doble moral vigente en los habitantes de la nación desde épocas remotas?   

En tiempos de COVID19 la solidaridad llevada a la práctica resulta fundamental, para poder enfrentar esta situación. Aquí este concepto (solidaridad) es entendido como la ayuda o el apoyo incondicional para enfrentar hechos, en especial durante situaciones delicadas, duras, complejas o difíciles. Además, esa ayuda o ese apoyo incondicional, como valor supremo, debe ir más allá de las valiosas donaciones de recursos ya sean económicos o en especie.

Sin embargo, esa incondicionalidad al parecer no es conocida por aquellos quienes inflan los precios del atún en lata; aquellos quienes afirman que los pobres de este país han aguantado hambre, a lo cual ya están acostumbrados y que por un mes más que soporten hambre no se van a morir ¿En qué lugar de este planeta el ser humano se acostumbra a sufrir de hambre?. Y la situación es mas grave aún cuando se asegura que lo invertido en las campañas políticas debe ser recuperado, sin importar el desangre de los más vulnerables. Y ni qué decir de la falta de solidaridad con la niñez colombiana, la cual muere de desnutrición a lo largo y ancho de la geografía nacional.

Y como aquí se habla de solidaridad, no deben pasar desapercibidas; entre otras, las siguientes preguntas: ¿Dónde está ese apoyo incondicional de los colombianos con los hermanos del departamento del Cauca?, ¿Por qué en este departamento, con fuerte presencia militar, ultiman a quién piense, diga y opine diferente?; a pesar de la presencia de la fuerza pública en el departamento del Cauca, ¿Por qué no se garantiza la integridad personal de lideres, lideresas sociales, defensores y defensoras de derechos humanos?, ¿Está situación superó la capacidad del Estado colombiano? o ¿La corrupción pulula en las fuerzas militares? razón, por la cual no existe para nada solidaridad con los hermanos habitantes de estas bellas tierras.

La solidaridad en tiempos del COVID 19 es muy diciente, por parte de ciertas personas; ya que, éstas tienen gran preocupación y afán de recuperar esa famosa y solidaria firma extranjera: AVIANCA. No se debe olvidar la incondicionalidad de esta firma con aquellas personas que sufrieron la tragedia el año pasado de la vía al llano. Así mismo, es importante recordar y resaltar aquella obligación impuesta y solidaria del cuatro por mil. No se trata de venganza baladí ni de estupidez, como lo afirma un reconocido columnista, ni mucho menos de rencor u odio. El país debe tener prioridades, y una de ellas sin duda debe ser la de la justicia social, de la cual tanto se habla desde tiempos inmemoriales, pero poco se lleva a la práctica.

En la declaración universal de derechos humanos se afirma: “Artículo 1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.¿Cómo inculcar el comportamiento fraternal en la clase corrupta de este país? Es decir, ¿Cómo hacerlos solidarios?. La educación de la mano con el buen ejemplo, sin duda, hacen parte de la solución. Desde la responsabilidad individual, en cada familia, se debe entender, ejercitar, aprehender, estimar y respetar lo invaluable de este valor supremo: la solidaridad. De lo contrario, la nación continuará sumida en dos océanos de corrupción, muerte, violencia y destrucción durante otros cien años de soledad.

 

 

 

Escrito por: Juan Francisco Casas Díaz

Mgtr. en Defensa de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario